Nestor Basterretxea sabía dos o tres cosas sobre la violencia y el odio. Hijo de un diputado nacionalista republicano, vivió 17 años exiliado en Francia, Casablanca y Argentina. El hogar de su familia en Bermeo fue durante 37 años un cuartel de la policía del régimen franquista. También analizó, con tono crítico y tremendamente mordaz, el terrorismo y sus consecuencias en el País Vasco.
De dichas experiencias nació a finales de los años 80’s del siglo XX el proyecto de Bakearen usoa (Paloma de la Paz) que Basterretxea diseñó. Un ave de 9 metros de envergadura de diseño industrial pero que aún evoca las formas suaves de una paloma, y que el artista hizo capaz de soportar el oleaje y los fortísimos vientos que la costa gipuzkoana tan bien conoce. Obra que nació como expresión política, es un alegato en contra de la violencia.
“»Ésta es una obra«, afirmó en rueda de prensa el pensador, «que va contra todos los violentos, una forma de decir que hay que optar por la palabra y el pensamiento, que la violencia es en sí misma el fracaso y que conseguir la libertad, que es vida, a través de la muerte supone incurrir en una contradicción demasiado profunda«.
Instalada en su día en el antiguo paseo de la Zurriola durante años estuvo enfrente de Anoeta, pero 4 años atrás regresó a la costa, esta vez al paseo de Sagües. De las tres grandes obras de arte (recordemos al Peine del Viento y la Construcción Vacía) que custodian el litoral donostiarra, Bakearen usoa es la de vida más convulsa, por su origen y azarosos desplazamientos. Y traduce bastante bien el tiempo presente de paz ahora, situada de nuevo al lado del mar… con vistas al hermoso horizonte del Cantábrico y sus cálidos atardeceres. Nosotros lo sabemos bien, puesto que nos gusta dedicarle unos minutos durante nuestros tours en bici.