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Pocos personajes donostiarras nos son tan queridos como Santiago Hernández Redondo, más conocido como Txantxillo. Músico, salsero, eterno paseante, modelo para cartelería, leyenda urbana, actor, icono popular.
De orígenes tremendamente humildes, a lo largo de su vida se volvió famoso en toda la ciudad, en parte del paisaje urbano de Donosti. Con su boina calada hasta las orejas y su viejo abrigo, tocando mil y un canciones con su xilófono (siendo su favorita La Internacional) y pidiendo “una pesetita, por favor”. Siempre iba con mil bolsas, siendo el origen de una expresión que aún hoy sigue escuchándose por Donosti. Cuando alguien va muy cargado se le dice “¡Pareces Txantxillo!”. Así que si os lo dicen no os ofendáis, no es algo malo, todo lo contrario.
Era habitual verle parado hablando con alguien, ya que si le preguntabas qué tal estaba no tenía problema alguno en contártelo con su vocecilla aguda y luego despedirse con un “buenos días”. De él se decía que era multimillonario, pero también fue Vox Populi que vivía en el quinto sin ascensor que sus padres le dejaran en el barrio de Gros. Es ahí donde la ciudad lo inmortalizó colocando un retrato suyo obra de la artista Txitxi Orbegozo que en su día se colocó en la Parte Vieja.
Aunque Txantxillo nos dejó en 2003, su recuerdo perdura y perdurará por muchos años en el corazón de los Donostiarras.
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