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La Costa Gipuzkoana fue durante siglos el hogar de cientos, miles de corsarios. Estos piratas eran el terror de los marinos que tenían la mala fortuna de convertirse en sus presas. Hoy vamos a proponeros un plan inspirado en estos lobos de mar, pero no os preocupéis, no tenemos pensado haceros viajar en barco para haceros luchar a cañonazos contra ingleses o franceses.
¡Lo primero es lo primero! ¿Donde vivían estos corsarios? Pues mirad, muchos de ellos habitaban… en San Sebastián. Bueno, en lo que hoy en día es la Parte Vieja ya que el resto de la ciudad es relativamente nueva al expandirse durante el XIX. Hay que tener en cuenta que la Parte Vieja tampoco es tan antigua, ya que nuestros antepasados tuvieron que reconstruirla tras la destrucción provocada por los ingleses en 1813, caminar por sus calles y visitar sus iglesias nos permite conocer un poco el día a día de los corsarios vascos. Corsarios y corsarias, como Juana Larando. Esta tabernera donostiarra fue, junto al cura de Orio, la armadora de dos pataches corsarios.
Bueno, y a parte de viajar al pasado… la Parte Vieja es un sitio fantástico para comer unos pintxos.
Las cosas como son,desde la Parte Vieja es fácil perder de vista el elemento más importante de la vida corsaria ¡el mar! Y desde aquí es muy sencillo subir al monte Urgull para ver las olas, y tal vez temblar al imaginarse a los pequeños barcos de madera de aquellos corsarios donostiarras subir y caer desde esas montañas de agua. O ver el Cantábrico en todo su esplendor desde lo alto del castillo de la Mota, recreando en nuestra mente la llegada de buques, galeones y pataches llenos de cargas valiosas obtenidas por la fuerza de las armas.
¡Por cierto, uno estos últimos está siendo recreado en la Factoría Marítima Vasca Albaola! Si, es cierto que el proyecto más famoso de Albaola es la reconstrucción de un navío ballenero, así como otros 7 navíos propios de la costa del País Vasco. Aunque pudiera parecer que desde la Parte Vieja llegar a Pasajes San Pedro puede ser algo largo, la verdad es que con el bus E-09 que se coge en la Calle Okendo uno está en un momento. Dentro de la factoría a muchos nos resulta imposible no alucinar con el trabajo de carpintería que ahí se realiza, que recrea el que realizaron durante siglos los marinos de otrora. Encuentro sencillamente alucinante que con esos navíos lograran cruzar los mares y océanos en viajes que duraban meses en alta mar.
Durante este tiempo eran presa del clima, las depredaciones de otros marinos ¿y del escorbuto? Bueno, para sobrellevarla los marineros vascos contaban con una poderosa aliada.
La sidra.
¿Y sabéis qué? Que ahora podéis disfrutar de la temporada sidrera, bebiendo en algunos de estos centros de producción la sidra fresca. No voy a entrar en detalles, porque honestamente creo que es algo que es mejor experimentar, pero sabed que ir con apetito y en compañía ¡es como mejor se disfruta! Y aunque es difícil saber cómo de parecida es la sidra de hoy con la de antaño, creo que es una bonita forma de hermanar 3 ejes de la vida corsaria: urbana, marítima y algo fiestera.
¡Arriad las velas!