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De todos los puentes que unen las dos lindes del río Urumea mi favorito es el puente de María Cristina. Para nosotros es un puente que destaca sobre el de la Zurriola con sus famosas farolas de Art Decó o el más recio Santa Catalina (que se hizo famoso hace no tanto por una desastrosa restauración de su policromía).
Además de su propio valor arquitectónico, es un testimonio mudo del pasado de la ciudad. Y es que este puente se inauguró el día de San Sebastián (20 de enero) de 1905, siendo dedicado a la reina que desde 1887 veraneaba asiduamente en nuestra ciudad, y que colocó Donosti sobre el mapa.
Podríamos hablar de los escudos policromados de la ciudad y la provincia, o de la estación del norte que está en la margen este del río. Pero lo mejor es que vayáis vosotros, andando o alquilando una bici por San Sebastián, a echarle un ojo. Y luego exploréis el Paseo de Francia, Cristina Enea o el enorme edificio de la Tabakalera.
Pero nada de esto explica en el fondo porque este es nuestro puente favorito.
Y es que con sus obeliscos, recientemente restaurados, coronados con formidables hipocampos, sus dragones vigilantes en la barandillas o desde lo alto de las farolas, así como los mascarones de barcos hechos con hormigón que rompen las aguas le dan un aire fantástico que encuentro irresistible. Como si hubiese sido arrancado de algún lugar imposible y perdido más propio de un libro que de este mundo.
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